Cuaderno de trabajo

ideas previas - julio 2009

Hablamos de un espectáculo de variedades, en el que entren canciones y relatos cuya conexión sea ligera. Una especie de concierto con textos, con chistes, con pequeños monólogos. Partimos también de textos de Yayo y de su inmensa colección mental de canciones.




Hablamos de sensaciones primarias y momentos claros:


- un niño descubre el teatro. Es de noche.
- hay dos orillas: la casa y el teatro. La palabra orilla es buena.
- nos preguntamos dónde nacieron las historias. Las cosas suceden y después empezamos a contarlas y a recontarlas.
- No sé cómo pero en un determinado momento aparece esta frase: "el mar se fue y vino; como el huevo y la gallina".
- está el kiosko, y el niño vuelve de comprar cómics.
- tránsito entre el kiosko, el teatro y casa. Hay una noche.
- Mickey cumple cincuenta años en el cine. En ese cine. Fantasía y cotidianidad.
- El jinete Ayala en el inicio de Noticias Argentinas.
- caramelero - mirinda de naranja - flautín.
 - la escuela es jodida. En la escuela hay violencia. De la escuela se huye.
- el planisferio y la mano adolescente que no lo alcanza.
- El set de Almería: "no vi".
- "parecemos los Torales".
- entre Shakeaspeare y el chamamé.



Visita a Curuzú - febrero de 2010

Meses después de estrenar -seis meses, en concreto- por fin estamos en Curuzú. Hacemos fotos, visitamos los espacios, tomamos unas cervezas con Charles Brown. Unos días antes nos habíamos encontrado con Tatá, que ahora es todo un señor padre de familia numerosa que vive en Buenos Aires.


Teatro Cine Cervantes de Curuzú Cuatiá


Escenario del Teatro Cervantes

Es extraño entrar en un espacio que hemos convertido en recuerdo y en teatro. Para ambos era una sensación muy particular, tanto para el que vivió realmente aquellos espacios durante su vida y los revisita tras haberlos transitado con la imaginación como para el otro, al que le parece llegar a un lugar familiar, siendo un lugar que jamás había pisado antes.


 Platea del teatro


 Mirando desde el escenario

Los chicos se sentaban al fondo de la sala, en las butacas del extremo derecho de espectador. Tras la reforma del antiguo cine en teatro se volvieron a poner muchas de las butacas originales. Son muy antiguas. Al sentarte, crujen, y son bastante incómodas. Huele a madera y a polvo. A la hora de la tarde en que estuvimos entraba la luz por las ventanas altas. Igualmente llega la luz desde la puerta de entrada. De pronto, ese espacio que únicamente aparece durante la noche en nuestra obra, como un lugar cerrado y ajeno al mundo exterior, estaba abierto, y conectado con lo cotidiano de la gente del pueblo. Mientras hacíamos la visita mateábamos con Román, el encargado actual del teatro, que nos hablaba de la historia del teatro. También nos habló de los descubrimientos de cenizas de vecinos del siglo XIX que habían aparecido en una oficina olvidada de las dependencias del teatro, y de los fantasmas que lo habitan. En Corrientes hay una relación zumbona, bastante graciosa, con los muertos. Lo siniestro de los cuentos se equilibra siempre con un punto de cachondeo.



En mitad del verano el calor aprieta en Corrientes. Tuvimos suerte, de todas formas, porque fueron días frescos -relativamente- y con una espectacular tormenta. Los enormes ventiladores que rodean la platea le dan un matiz especial al espacio. Lleno de gente, con los ventildores a toda máquina, te imaginas una sesión de teatro o cine muy particular.




Vestíbulo del teatro




Fachada del teatro, en la que puede leerse su función original: "Asociación española de socorros mutuos"




Mateando en el balcón del Cervantes





La casa de Tatá, fotografiada desde el balcón del teatro

A la hora de escribir y de poner en escena la geografía de Curuzú intentamos ser lo más precisos posible. Era una extraña sensación encontrar la casa de Tatá -con sus cadenas de puerto a la entrada- exactamente allí donde uno espera que esté.




La casa de Tatá desde la vereda.


La vereda del teatro





Fachada del teatro





La entrada a la galería comercial.


La esquina frente al teatro




El portón del solar abandonado.



Las viejas paredes de Curuzú son hermosas. Los colores vivos que una vez las adornaron fueron cediendo al paso del tiempo, de la humedad, de las tormentas y el sol. Sobre ellas quedan grafitis y pintadas de diferentes décadas, declaraciones de amor, exabruptos políticos o meramente personales, insultos obscenos o simples firmas de chicos que querían dejar constancia de su presencia allí, ese día. Al pasear por ellas me daba cuenta de que en cada barrio hay mil historias que contar como la nuestra, y que todas ellas tienen algún rastro en esas paredes. Se podría contar la historia de un muro, igual que si fuera un gran palimpsesto medieval, un libro expuesto a la vista de todos, y sin embargo misterioso, lleno de significados imposibles de recuperar y perdidos.




Yayo en la casa de Yago.



El largo pasillo con plantas tras la puerta de la casa.